lunes, 16 de abril de 2012

Pedro Mir: dimensiones de la vida de un Poeta Nacional.


Ramón Tejeda Read

  Si Pedro Mir (1913 – 2000) hubiese escrito solamente Hay un país en el mundo  (1949), eso hubiese sido suficiente para que se le reconociera como uno de los poetas más importantes de nuestro país y como uno de los productos sociales y artísticos más acabados del pueblo dominicano. No sería el primer caso. En la historia de la poesía ha habido muchos poetas a los que se les recuerda por un solo poema, desde Jorge Manrique, que vivió de 1440 a 1479, y a quien nadie recordara si no hubiese escrito las Coplas a la muerte de su padre ,  hasta hoy.

  Pero he aquí que, además de Hay un país en el mundo, Pedro Mir escribió Contracanto a Walt Whitman y seis momentos de esperanza (1952), Si alguien quiere saber cuál es mi patria, Dominí, La vida manda que pueble estos caminos, Poemas de buen amor (1969), Amén de mariposas (1969), Viaje a la muchedumbre (1971) que incluye poemas como Concierto de esperanza para la mano izquierda, Elegía del 14 de junio, Balada del exiliado, Al portaviones intrépido, Ni un paso atrás y Meditaciones a orillas de la tarde; en 1975 escribe El huracán Neruda y en 1999, Ediciones de La Discreta, de Madrid, España, publica A Julia sin lágrimas, poema prácticamente desconocido hasta entonces.

  Pero resulta que la dimensión del poeta es sólo una (la más conocida) de la vida de Pedro Mir Valentín, quien nació el 3 de junio de 1913, en San Pedro de Macorís, y murió el 11 de julio del 2000. Además del formidable poeta que fue, Pedro Mir fue narrador que asumió con audacia la narrativa en textos como La gran hazaña de Límber y después otoño, Cuando amaban las tierras comuneras  y ¡Buen Viaje, Pancho Valentín! (memorias de un marinero).


  Es decir, Pedro Mir, además de poeta de excepción, fue narrador y cronista y queda pendiente un estudio que nos acerque más a ese narrador y a ese cronista desconocido.