miércoles, 13 de marzo de 2013

Premio Nacional de Literatura, Diógenes Valdez, afirma tener una deuda de gratitud impagable con SeNaSa

  El Premio Nacional de Literatura Diógenes Valdez elogió la protección social que ofrece el Seguro Nacional de Salud (SeNaSa) a la población, especialmente a los sectores más pobres. A su juicio, los servicios de SeNaSa deben ser ampliados para que las clases más necesitadas tengan la oportunidad de acceder a servicios de calidad.

  Diógenes Valdez, es afiliado en el Régimen Contributivo y en su condición de agregado cultural de la embajada dominicana en Alemania, opta por el seguro de Salud para pensionados y jubilados del Ministerio de Hacienda dispuesto por el Decreto No.342-09. El expuso sus opiniones durante una visita realizada a la sede principal de la 27 de febrero en Santo Domingo. A continuación los detalles: 

Don Diógenes, ¿Por qué se dedicó a escribir literatura?

Salvo este caso excepcional, yo no soy una persona muy dada a la conversación. Entonces de alguna manera tenía que encontrar un medio para expresarme y lo encontré a través de la literatura.

¿Qué impacto han tenido en su salud los servicios que ofrece SeNaSa?

Realmente tengo una deuda impagable con SeNaSa, como la que tiene el gobierno con la deuda externa. Porque yo estuve de Agregado Cultural en Alemania y allá me dio mi segundo infarto. Es decir, que yo tengo dos infartos. En esa situación, lo normal es que me llevaran a una clínica. Me hospitalizaron durante 9 días y los médicos determinaron que debían hacerme un cateterismo, pero después de un análisis llegaron a la conclusión de que mi cuerpo no resistía un cateterismo.

Al día siguiente, me llevaron otra vez al quirófano. Y me dijeron que iban a proceder a una operación de corazón abierto. ¿Qué sucede en ese momento? Suerte que uno tiene el hábito de pensar. Y yo les respondí: “Si yo no resisto un cateterismo, y yo sé lo que es un cateterismo, mucho menos voy a resistir una operación de corazón abierto”.

¿Qué edad usted tiene?

74 años. Entonces, me negué rotundamente. Dije que no. No me querían dar de alta de la clínica. De la Embajada tuvieron que venir a firmar una serie de papeles. No podía viajar en avión porque estando como estaba, solo, una operación de corazón abierto significaba dos meses de convalecencia, donde tú tienes que valerte de alguien para hacer la más mínima necesidad: bañarte, tomarte un vaso de agua, comprarte la comida, preparártela, en fin.

Eso significaba por lo menos 75 mil euros, solamente en servicios de cuidado, más 30 mil euros que costaba la operación. Estamos hablando de más de 100 mil euros, que no los tenía.

Entonces yo tomé la decisión en vista de que si realmente estaba tan mal, y me iba a morir, lo ideal… (lo ideal no es morirse, no!), pero tal vez lo mejor era morirse entre los suyos, entre sus familiares. Y yo dije: “No, yo me voy”. Tomé el riesgo. Tuve la suerte de que me recomendaron un médico, al Dr. Pedro Ureña, y me remitieron a CEDIMAT.

¿Esa recomendación fue estando en Alemania?

No., Estando aquí, yo empecé a hacer las investigaciones.

¿En Alemania, previo al regreso hubo mejoría?

Hubo mejoría, pero realmente yo sentía cada cierto tiempo las molestias, la falta de aire para respirar. Porque algunas de mis venas estaban obstruidas en más de un 80%. Sentía la fatiga, la angina, el dolor en el pecho.

El caso es que llegué aquí con el cuerpo inflamado, no eliminaba líquido. La primera medida que tomó el Dr. Pedro Ureña fue sacarme todo ese líquido y después proceder a la otra parte del tratamiento.

SeNaSa interviene de esta manera: Yo estaba tan desesperado que no esperé la autorización de SeNaSa y decidí operarme con mis propios medios. Gasté la poca economía que había traído, y se procedió. Todo salió bien, y llenados los trámites SeNaSa procedió a reembolsarme lo que yo había invertido con la ayuda de algunas personas.

¿A cuánto ascendieron los costos?

El primer cateterismo costó de RD$300 mil y el segundo 417 mil pesos. En total, se pagaron más de 700 mil pesos. SeNaSa me reembolsó un peso encima de otro. Entonces, tengo la salud porque SeNaSa intervino. Recuperé mi salud con el mínimo posible de inversión. Hasta ahora todo el trato de SeNaSa ha sido de gran exquisitez.

¿Cuál sería su recomendación para que SeNaSa continúe ampliando la cobertura de afiliación?

Lo único que uno puede lamentar, y no es culpa de SeNaSa, es que este tipo de servicio no llegue a sectores más amplios de la sociedad. A sectores que, tal vez, no tienen los recursos para acceder a los servicios, por ejemplo, a CEDIMAT.

Solamente cuando uno está carente de salud es que se da cuenta de lo importante de tenerla. Se puede andar vestido de manera modesta, se puede tener hambre, pero cuando un pobre no tiene salud, entonces se puede decir que es pobre dos veces. Porque no tener salud, aunque uno tenga dinero, es otro tipo de pobreza.

viernes, 1 de marzo de 2013

Alemania exigirá licencias a los buscadores para colgar noticias

El Bundestag (cámara baja alemana) aprobó hoy una ley que obliga a los buscadores de Internet como Google, Bing o Yahoo! a adquirir licencias de los editores de prensa germanos para difundir sus contenidos informativos en sus propias páginas.

La iniciativa es una versión rebajada de la primera propuesta legal que se debatió a finales del año pasado y avanza en una línea similar a la medida tomada recientemente en Francia, por la que Google pagará a los medios un canon por la difusión de información.

La ley recibió 293 votos a favor -ya que hubo parlamentarios rebeldes dentro de las filas de la coalición gobernante-, 243 en contra y tres abstenciones.

Los socialdemócratas del SPD, el mayor partido de la oposición, ya anunciaron que la bloquearán en el Bundesrat (cámara regional), donde la coalición de centro-derecha de la canciller Angela Merkel no tiene mayoría.

La normativa permite las citas breves sin necesidad de licencia, pero prohíbe que, como hasta ahora, los buscadores puedan reproducir de forma gratuita dentro de sus portales, noticias recogidas de las websitesde medios de comunicación.

Mientras la oposición criticó ampliamente la ley, los partidos de la coalición de Gobierno defendieron que la normativa elimina un "agujero legal" surgido con el crecimiento de los buscadores de Internet y que es preciso proteger el rendimiento editorial.

Por su parte, un portavoz de Google en Alemania -que ha llevado a cabo una fuerte campaña en los últimos días contra esta ley- aseguró que la normativa no es "ni necesaria ni razonable" y que "impide la innovación" y daña la economía y a los internautas.

La versión original de la ley contemplaba otorgar a las editoriales de prensa "el derecho exclusivo" de "hacer accesibles públicamente en Internet para fines comerciales contenidos de prensa".

domingo, 17 de febrero de 2013

EL DÍA EN QUE SE ABURRIÓ JUAN PABLO


Por Pedro Mir

  Ya se sabe. Ahora que se conmemora un nuevo aniversario del Padre de la Patria, debemos prepararnos a escuchar una monserga insufrible en torno a este personaje polémico de nuestras luchas históricas. Vendrán los ditirambos huecos y la ensalada plañidera que suele acompañar a la banda de música en sus estaciones conmemorativas. No se sabe que haya tema alguno en toda nuestra historia que sea más convencional, mas acomodaticio y más aburrido que esa biografía del forjador de nuestra nacionalidad que hemos recibido todos, como un escapulario, en las escuelas primarias.  Sólo recordar aquellos recitativos que le endilgaban a uno aquellos bondadosos maestros el “Día de Duarte”, cargados de imposiciones morales y ejemplos, de bondad y de sacrificio, le pone a uno “carne de gallina”. Pero lo peor del caso es que han pasado cincuenta años turbulentos y  todavía se sigue con aquello del sacrificio de la casita y punto.

  Punto. No se encuentra nada más. Es inútil que el adolescente pregunte, principalmente en  esta época que vivimos, con sus ejemplos y sus sacrificios, por qué Duarte es la figura principal del proceso de nuestra nacionalidad. Mejor ni preguntar. Y si el muchacho parte de un modelo tan ardoroso como el de José Martí por ejemplo, que el día 28, dos días después, cumple también un aniversario de su nacimiento, la pregunta culmina en tragedia. Martí no fue solamente un gran patriota, sino también uno de los más excelsos proscritos que haya deambulado jamás por tierras de América, luchador incansable, gran ideólogo, gran escritor, gran poeta, orador electrizante, cronista incomparable, estilista  sin par, renovador literario entre los fundadores del Modernismo, orientador de todo el Continente y, de paso, figura romántica típica, con su pequeña bohemia y sus conquistas amorosas.
Sin ir más lejos. Una biografía tan ardiente como la de Luperón, a quien el reproche de caudillismo y otras culpas no disminuye su grandeza, induce a no pocos estudiosos a considerarlo como nuestra figura más destacada y más brillante. Y es indudable que cualquier escritor encuentra en la vida de este gran luchador elementos apetecibles para una atrayente biografía.

  Pero no encontramos en Duarte ninguno de estos brillantes caireles. Escritor mediocre, pésimo poeta, exiliado oscuro hasta las tinieblas, triste de toda tristeza, su cabeza rodeada de un halo de misticismo cargado de olor a incienso, sin obra, sin citas, sin hazañas. En el retablo de los grandes libertadores de América apenas sí se distingue su figura delicuescente. Ha sido necesario acumular sobre él un verdadero torrente de convencionalismos, acompañarlo de otros dos patriotas y no dejarlo nunca solo en ninguna parte de las instituciones oficiales. Esta es una imagen no solamente dolorosa, sino, en ocasiones indignante y perniciosa.
¿QUÉ SUCEDE?
Porque Duarte es sin disputa un libertador verdadero y un ejemplo cargado de enseñanzas. Lo que sucede es que la historiografía nacional ha sido renuente, tanto por principio como por ignorancia, a poner la grandeza de Duarte en sus verdaderos términos y ha preferido destacar los elementos débiles de su propia vida, a base de adjetivos altisonantes y poses apostólicas cuyo resultado no hace sino distorsionar la realidad, cubrirla de un velo gris y reducir su grandeza a la cursilería.

  Sin entrar en los desarrollos que el espacio disponible impide, lo primero que habría que tomar en cuenta es el marco social e histórico en que surge la figura de Duarte. Lo primero sería el estudio del proceso de nuestra nacionalidad en cuya virtud se esclareciera esta premisa fundamental: que antes de Duarte no se puede hablar de nacionalidad dominicana. Y otra cosa, que la soberanía haitiana estaba sólidamente afincada en esta parte de la isla para el 1838. La tendencia independentista, que había florecido entre nosotros desde tiempos tan lejanos como 1809 y había atravesado la experiencia de 1821, se había apartado de la corriente continental y carecía de empuje para esos días. La vida pública seguía apaciblemente las leyes de la inercia. No se encuentra en ninguna parte signo alguno que revele una corriente popular en este sentido.

  Duarte, que es un producto de ese medio, sale a estudiar al extranjero en esa edad en que el futuro se presenta como responsabilidad y como destino. Es un muchacho bien criado que ha asimilado la educación que le ha ofrecido su medio. Como que su padre, un español de Verger de la Frontera, casado con una muchachita seibana, dispone de medios, lo envía a estudiar a Europa y le rompe, sin duda involuntariamente, todo el esquema conservador en que ha crecido el muchacho. La Europa que le toca conocer es nada menos que la de 1830, años de ardiente agitación revolucionaria que atraviesa todas las fronteras. Ha conocido Estados Unidos, luego Inglaterra, sobre todo Francia, y ha pasado a establecerse en la ciudad más europea y más efervescente de la España de entonces, Barcelona, donde el anarquismo había encontrado un nido caliente. Selden Rodman supone con mucho fundamento que ha debido asistir al estreno de Hermani, de Víctor Hugo, que produce tumultos en todas partes, y uno de cuyos personajes al comienzo de la obra se llama precisamente Duarte. Pero, más que Hugo, ha debido impresionar a este joven antillano una obra más influyente, el Contrato Social, de Rousseau. Dice Marx en alguna parte que el “constitucionalismo” era una moda por los años de 1830. No cabe duda de que en el pensamiento de Duarte, tanto el constitucionalismo como el deísmo de Rousseau, dejaron profunda huella. El primer artículo de su proyecto de Constitución lo exhibe palmariamente.

  A los 18 años, este joven estudiante, conocedor de idiomas, hijo de una lejana, pequeña patria, se embriaga con estas ideas nuevas, comprende el sentido de la nacionalidad, asimila el pensamiento constitucional y descubre una idea sumamente sencilla, que exige pocos vuelos teóricos y a la que se puede llegar inclusive por vía de la fe: que la verdadera fuerza histórica reside en el pueblo.
Esta idea simple contiene, no obstante, formidables implicaciones públicas. Para Duarte ha debido significar que la pequeñez y la debilidad de su país natal no significaba incapacidad para labrar su propio destino. Bastaría que el pueblo empuñara en sus propias manos la tarea de emancipación. Y así, apoderado de este pensamiento, interrumpió sus estudios y abrazó la causa popular.

  Nadie creyó en él. Que el pueblo de esta parte de la Isla pudiera establecerse como nación independiente frente a Haití, no fue cosa en que creyeran los haitianos. Haití había derrotado a Napoleón y no había en Santo Domingo tradiciones de esa estatura. Tampoco creyeron las naciones imperiales implicadas, Inglaterra, Francia, España y Estados Unidos. Si este país se independizaba de Haití, debía ser fácil presa de cualquier nación imperial y ninguna de ellas estaba dispuesta a cedérsela a su rival.

  La clase social predominante en esta parte era la de los terratenientes. Tampoco podía creer ni en la independencia ni en el pueblo. La gran contribución histórica de Duarte consistió precisamente en eso, en impregnar a su pueblo de la confianza en sus propias fuerzas y darle como bandera la idea de la Constitución.

  A partir de entonces, la historia de nuestro país consistió en eso. En un ideal de libertad encarnado en la Constitución y en una convicción profundamente duartista de que la realización de ese ideal era la misión suprema del pueblo.
Cuando los restos de Duarte llegaron al país desde las lejanas selvas de Venezuela, el pueblo se tiró a las calles. Había comprendido su mensaje y lo había puesto en marcha. La guerra de la Restauración era su obra.

  Exactamente cien años después de ésta, que es la gran epopeya emancipadora de nuestra patria, en la cual el pueblo se enfrentó a una gran potencia sin más concurso que sus ideales patrióticos, se produce en nuestro país un acontecimiento cuyo parentesco con aquel es notorio: 1965. Y hay un hecho notable, los acontecimientos modernos son conocidos como “constitucionalistas” y los vehículos que transitaban por la zona convulsionada, llevaban un gran letrero: ¡PUEBLO!

  Quiere decir que más allá de la mitad del siglo XX, todavía el pueblo combatía por las ideas que un muchacho de 18 años había aprendido más acá de la mitad del siglo XIX. Era, sin duda, una manifestación del atraso político en que se encontraba el país, después de 30 años o más de dictadura unipersonal. Pero era también una manifestación de la profundidad, la justeza, la fuerza, la hermosura y la validez de aquellas ideas elementales, y, por lo mismo, genuinamente históricas, que nos legó ese hombre modesto que bien merece el calificativo de fundador de esta nacionalidad. Y que esto no haya podido ser destruido ni siquiera por aquellos que militaban en sus mismas filas, verbigracia en los días restauradores, da la medida justa de esa grandeza…
             
                                                                         Rev. ¡Ahora! , No. 481,29 de enero de 1973.